Conmocionado por la muerte de su esposa, Alberto se somete a un autoexilio, arrastrando consigo a su hijo, Alan. Esta nueva atmósfera cambiará su relación y ambos tendrán que aprender a sobrellevar una relación padre-hijo. Originada por el enojo y la culpa, Alan cae en una esquizofrenia que gradualmente lo llevará a creer que su padre es un hombre lobo. Alberto sacrificará su vida para salvar la de su hijo.